(…) “se puede decir que la epigenética es el conjunto de reacciones químicas y demás procesos que modifican la actividad del ADN pero sin alterar la secuencia” (…) (Wikipedia).

Actualmente, parece ya demostrado por Doctores como el biólogo molecular Bruce H. Lipton, el hecho de que, siguiendo las “rutas moleculares”, se observa que “nuestras células se ven afectadas por nuestros pensamientos, debido a los efectos bioquímicos de las funciones cerebrales”.

El Doctor Ryke Geerd Hammer también descubrió en su momento el hecho de que “hay un vínculo entre psique y enfermedad”; es decir, parece contrastado que las enfermedades tienen en última instancia un origen psíquico.
Otros investigadores, como el físico científico y metafísico Gregg Braden, afirman que el ADN de nuestro cuerpo puede verse modificado por nuestras más profundas creencias.

Siguiendo esta línea de investigación, hay quien, incluso, ha creado un método para reprogramar nuestro cerebro y amplificar el uso del mismo, como es el caso del Dr. en Quiropráctica, bioquímica y neurocientífico Joe Dispenza.

Es decir, parece científicamente observable , que el término epigenética (más allá de la genética) explica, o trata de explicar, que es posible y parece que, demostrable, que puede producirse un cambio genético a través de ciertos procesos mentales, o a través de ciertos procesos de la conciencia; esto es, podríamos cambiar la genética sin ser conscientes de ello, o siéndolo, en el mejor de los casos, puesto que los genes, serían, no tanto un factor determinante en la salud y psique humanas, sino más bien una “tendencia” que puede ser cambiada.

Teniendo en cuenta lo expuesto, podría afirmarse, también, que los dispositivos electrónicos, las redes electrónicas o las ondas wifi, pueden producir ciertos cambios genéticos, debido a que estas ondas producirían algunos efectos en la neurofunción cerebral, y por lo tanto en la salud.

Si todo esto fuera correcto, podría deducirse, sin lugar a dudas, que  desarrollar el bienestar emocional de un niño, sería una garantía para su salud, y por lo tanto, favorecer ese bienestar emocional a través de un modo natural como puede ser potenciar la imaginación, o practicar el juego simbólico y el teatro, serían idóneos. Es decir, de nuevo, se puede afirmar que con este sencillo método, se podría implementar el equilibrio interno de los niños.

Los niños, actualmente, sufren un estrés diario que debilita sus organismos, puesto que completan hasta 792 horas por año de clases lectivas en el caso de alumnos de educación primaria, en España, y hasta 1000 horas lectivas, o más,  en el caso de los alumnos de primera etapa de educación secundaria (1) , sin sumar, a esta cifra, las horas diarias dedicadas a realizar deberes. Jornadas éstas, en las que no tienen tiempo para jugar, para reflexionar, o simplemente para estar relajados sin hacer nada. Son educados en el colegio durante horas desde la más tierna infancia. A estos datos, añadir que España es uno de los países con mayor número de horas de instrucción obligatoria en el mundo y el de mayor cantidad de horas en Europa.(2)

Adicionalmente a esto, el hecho de que la cultura actual implemente el uso de dispositivos electrónicos o redes sociales, sustituye, en muchos casos, relaciones sociales reales, conversaciones o juegos con otros niños, con lo que podría afirmarse, que se separa de este modo al niño de su esencia infante.

El teatro y el juego son un medio a través del cuál relacionarse e interactuar con el otro, y así practicar la escucha de las emociones y necesidades propias y las de otros niños, por lo que su salud y bienestar físicos y emocionales se verían restablecidos en gran medida.

Por último, parafraseando al psiquiatra Luis Cancrini, añadir : “(…) El cuidado de la infancia es fundamental para su salud mental futura (…) Si conseguimos intervenir en la infancia, podemos cambiar el Mundo (…)” ( “La Contra”, La Vanguardia, miércoles 1 de Marzo 2017).

(1) Instituto Nacional de Evaluación  Educativa, Junio, 10, 2021.

(2) Datos OCDE y UE22 Octubre 2016