Atendiendo a algunos psicólogos consultados, la forma en que un adulto expresa sus sentimientos y emociones es de forma oral. La forma que tiene un niño (en situación de salud) de expresarse, generalmente, es a través del juego (simbólico). Mediante el juego, el niño “cosifica” situaciones, emociones y pensamientos, de modo que los “fenomeniza”.

Ateniéndonos a estos argumentos previos, relativos al juego simbólico, parece obvio que, cuando se crea una historia con un tema o un personaje determinado, lo que se pone de manifiesto es una plasmación, bien sobre el papel, o bien jugando y en forma de ficción, de ciertos

pensamientos y emociones que están por gestionar u organizar cómo y dónde corresponda. Podría añadirse, que, observando a cerca de qué escribe alguien, se puede deducir qué y cómo ese alguien está procesando ciertos pensamientos y emociones.

En el caso de los niños, esto mismo se plasma, no sólo en sus dibujos o historias escritas,( a modo de reporte gráfico), sino en su juego, y por ende en sus representaciones de ese juego teatral (improvisación), que no deja de ser simbólico. Por lo tanto, es importante permitirles, a través de una actividad, lugar o situación (teatral), representar, jugando en la ficción, (y tal y como hacen algunos psicólogos y terapeutas infantiles con la terapia de juego) aquello, que, no estando quizá manifestado, existe en el imaginario emocional del niño.

Podría así, afirmarse, que cuando un niño es capaz de verbalizar ciertas emociones o representar jugando (teatralmente) ciertas situaciones, estas emociones están siendo, sin duda, organizadas a través de un proceso racional, puesto que están haciéndose “visibles” en el proceso consciente, en lugar de quedarse retraídas en el “invisible” inconsciente, por ser, quizá, el momento adecuado.

Por otro lado, ¿Por qué sería beneficioso que esta actividad lúdica se lleve a cabo en idioma inglés?

Actualmente la mayor parte de los colegios, tanto públicos como concertados o privados, si no todos, tienen instaurada de manera obligatoria, no sólo la enseñanza de ese idioma, sino la enseñanza de otras materias en el mismo, etiquetándose a sí mismos como bilingües. No se valorará aquí si esto es necesario o no lo es, y el por qué; tampoco se valorará cuál sería potencialmente el mensaje inconsciente que se transmite con esta “obligatoriedad” del aprendizaje de una segunda lengua (en adelante L2) que resulta superpuesta a la lengua materna (en adelante L1), siendo ésta solapada por la L2. Es decir, si más allá de las necesidades laborales de mercado o globalización, esto tendría sentido alguno, puesto que de algún modo se le adjudicaría un mayor valor a esa L2 respecto a la propia L1, con las consecuencias que de ello se derivarían.

Más allá de estas consideraciones, parece lógico que el aprendizaje de una L2, o lo que es lo mismo, una lengua que no es la materna, debería, en todo caso, llevarse a cabo jugando.

¿Por qué? La razón, tratándose de niños, parece obvia. El aprendizaje mientras se juega, es un aprendizaje carente de estrés, sin competitividad real, que no sea la derivada del juego, y por lo tanto, resultará más efectiva y eficaz, aunque esa L2 no sea algo que entusiasme al niño; sea por disposición, actitud o aptitud. Cada niño tiene unas características, y eso es algo que no se debería cuantificar. Sería este, un aprendizaje que no implica explícitamente obligatoriedad, resultando así una actividad divertida, donde no se premiaría una mayor capacidad de aprendizaje de la L2, o se calificaría de modo alguno una mayor o menor aptitud, ya que, como sabemos, no todos los niños tienen las mismas habilidades. Cada niño, de este modo, aportaría a ese juego teatral bilingüe las propias, siendo cada una diferente al resto, y por tanto resultando en un accionar enriquecedor, lúdico y ameno.

De nuevo hay que recordar, que el juego es algo natural en el niño. Un niño que se siente presionado resulta en un niño estresado y por lo tanto, manipulado.

En definitiva, este aprendizaje se traduciría en una actividad lúdica, no en una imposición, con lo que de ello se destila.

Algunos de los beneficios probados que esta actividad conjunta proporcionaría serían la superación de dificultades personales y modificación de aspectos de la personalidad tales como los que siguen a continuación:

  • El temor al ridículo: Esta escenificación y juego invita a la observación y al análisis de dicho temor e impulsa continuamente a superarlo. Estimula el valor y la confianza.
  • Expresión de los sentimientos: Los sistemas de enseñanza tradicionales generalmente no incluyen la observación de las emociones. No se aprende a observarlas, gestionarlas y comunicarlas, lo que redunda en una represión emocional que se traduce en ciertos modos de comportamiento. Este tipo de actividades lúdicas conectan con los aspectos íntimos del estudiante, arrojándoles luz para poder exteriorizarlos y así conocerse y reconocerse. Así mismo se aprende a practicar la tolerancia hacia uno mismo y hacia el otro; contribuye por tanto a la aceptación, a la diversidad y favorece actitudes no discriminatorias, generando de este modo respeto y valoración positiva hacia uno mismo y hacia los compañeros.
  • Ensayar la vida: En este juego simbólico y/o ficción, los estudiantes pueden interactuar con sus compañeros sin temor a equivocarse. De este modo, se favorece la capacidad de decisión, la libertad de elegir, o la formación de una escala de valores como el respeto. Se les permite integrar el sentir, pensar y actuar, dando lugar a una coherencia personal que sin duda es de gran ayuda en la vida diaria.